El Parque Nacional de Garajonay, en la isla de La Gomera, es uno de los bosques más singulares del Estado español gracias a su ecosistema único y sus numerosas y raras especies vegetales y animales. Está ubicado en el mismo corazón de La Gomera, que, con sus 373 km², es la segunda isla más pequeña del archipiélago canario. El Parque comienza a una altura de 800 metros y culmina en el Alto de Garajonay, punto más alto de la isla (1487 metros sobre el nivel del mar). La mística atmósfera que envuelve al Parque Nacional de Garajonay ha hecho que muchos turistas se refieran a él como el “bosque de la niebla” de La Gomera.
El Parque Nacional de Garajonay se creó en 1981 con el fin de proteger y conservar las especies endémicas que lo habitan. En 1986, este territorio –que comprende 39,84 km² y abarca el 10 % de la superficie total de la isla– fue declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, el mayor reconocimiento que puede obtener un espacio natural protegido. Desde 1988, el Parque pertenece, además, a las Zonas de Especial Protección para Aves (ZEPA) de la Unión Europea.
Aun distando unos escasos 400 kilómetros en línea recta de la costa occidental africana del Sáhara, el Parque disfruta de un incesante suministro de agua gracias a los vientos alisios que impactan en la isla desde el nordeste y que, en forma de nubes, se enredan y condensan en sus cumbres más altas. La media de las temperaturas se mantiene a unos moderados 13-15 oC, las heladas son muy escasas y las precipitaciones –que suelen concentrarse en el otoño y el invierno– rondan los 600-900 litros por metro cuadrado al año. Todas estas condiciones dan lugar a una especial climatología, que se caracteriza por la frecuente formación de niebla y por una elevada humedad del aire. Es por eso que el Parque Nacional de Garajonay, cuya superficie está cubierta por tupidos bosques en más de un 85 %, reciba a menudo sobrenombres tales como el “bosque de la niebla” o, incluso, el “bosque de las brujas”.
Los bosques del Parque Nacional de Garajonay, en La Gomera, son heterogéneos, pues están formados por más de 20 especies distintas de árboles y unas 2000 especies vegetales. Estas, a su vez, incluyen 700 especies de plantas, casi 1000 especies de hongos y unas 300 especies de líquenes. Una pequeña mancha de jungla en medio de La Gomera.
El Parque Nacional de Garajonay alberga más de la mitad de los bosques maduros de laurisilva de todo el archipiélago. Debido a su alta demanda de agua, los árboles de este tipo de bosque, que pueden llegar a alcanzar los 35 metros de altura, pueblan principalmente las húmedas zonas del norte de la isla. La laurisilva es una extraordinaria reliquia de la , lo que significa que su origen se remonta a varios millones de años de antigüedad. Si ha logrado conservarse hasta hoy es gracias a la permanente humedad que lo abastece de agua y al hecho de que la última glaciación fue más bien moderada en estas latitudes y no destruyó sus ecosistemas, como sí sucedió en el Norte de Europa. Algunos de los organismos que forman y habitan la laurisilva no pueden encontrarse en ningún otro lugar del mundo. Esto hace de la laurisilva canaria un ecosistema único. Fuera de Canarias, solo existe una vegetación comparable en las vecinas Azores y Madeira.
Debido a la elevada humedad del aire, también proliferan aquí numerosas especies de musgos, que recubren los troncos de los árboles de mullidos tapices de diversas tonalidades de verde, así como los líquenes, que en ocasiones cuelgan varios metros desde las ramas. Una densa capa de helechos de hasta dos metros de altura completa la atmósfera de bosque de fábula con la que esta especial selva seduce a sus visitantes.
Los árboles de la laurisilva o monteverde canario se distribuyen y se mezclan en función de sus afinidades ecológicas, formando diversos tipos de bosque. Los más comunes son la faya (Myrica faya), el acebiño, el loro, el viñátigo, el loro (Laurus indica), el palo blanco y el brezo arbóreo, perteneciente a la familia de las ericáceas. Este último suele prosperar en cotas altas y secas y, con su crecimiento de hasta 20 metros, es posiblemente la variante más alta de su especie.
Entre las plantas con flores destacan unas 120 especies endémicas canarias, como, por ejemplo, el bicácaro (Canarina canariensis ). Algunas de ellas crecen exclusivamente en el Parque. Sobre todo en las grietas de los roques y paredones viven especies raras y hermosas, como el bejeque (Aeonium diplocycla) o la margarita gomera de monte (Argyranthemum gomerensis).
Otro fenómeno especial de muchas de las plantas del Parque Nacional de Garajonay es el gigantismo. Así, mientras sus parientes continentales apenas tienen porte de hierbas, las variantes de La Gomera –como, por ejemplo, la estornudera (Andryala canariensis)– presentan formas leñosas de gran tamaño. Esta particularidad puede atribuirse a la evolución en una isla.
Se estima que en el Parque Nacional de Garajonay viven unas 1000 especies catalogadas de animales, de las que más de 150 son endémicas, lo que significa que únicamente existen aquí y no es posible encontrarlas en ningún otro lugar del mundo. Se incluyen aquí algunas aves, como la palomas turqué y la paloma rabiche. Si bien su género puede encontrarse en en el continente europeo, en el Parque existen subespecies específicas con cierta diferenciación, lo que les confiere un gran interés para la investigación de aves. Además, el Parque es también hogar de cuatro especies endémicas de murciélago, que gracias a su especial capacidad de vuelo pudieron, igual que las aves, cruzar el mar que separa el continente africano de las islas.
Pero la singularidad de la laurisilva se manifiesta principalmente en los animales invertebrados, entre los que los coleópteros (escarabajos) son los más numerosos. Las cortezas y la madera muerta del bosque ofrecen alimento y cobijo a una gran cantidad de minúsculos seres, como los blatodeos (por ejemplo, las del género Phyllodromica) o los dermápteros del género Guanchia. Otros animales invertebrados, como los caracoles y los arácnidos prefieren moverse por el suelo, contribuyendo en gran medida a la descomposición de la masa vegetal.
La insularidad dificulta la colonización a muchos animales, sobre todo a los mamíferos, por lo que el Parque Nacional de Garajonay alberga tan solo 38 especies de animales vertebrados, una cifra reducida si se la compara con el continente. La mayoría son aves, incluidas, por ejemplo, tres aves rapaces diurnas: a lo largo de los años, el gavilán se ha adaptado a los bosques locales reduciendo sus alas y alargando su cola, y se ha convertido así en el ave rapaz por excelencia de Canarias; por su porte y su forma de volar y planear en espacios abiertos, el aguililla es el mayor ave de las que nidifican en el Parque; el cernícalo prefiere superficies abiertas y está especializado en la caza de pequeños reptiles e insectos. Junto con el búho chico o coruja, única ave rapaz nocturna del Parque, desempeñan un papel esencial a la hora de combatir las ratas y ratones. A estas aves se suman, entre otras, el herrerillo, el pinzón, el petirrojo, el mosquitero canario y el mirlo. Este último asume las funciones de un ecologista de primer orden, ya que es uno de los principales responsables de que se propaguen las semillas de la laurisilva por la isla.
Otra particularidad de este singular ecosistema radica en el grado extremo de especialización que han alcanzado determinadas especies con los años. Así, el picudo de la tabaiba de monte (Rhopalomesites euphorbiae), un escarabajo raro y de tan solo 10 milímetros, se alimenta exclusivamente de la tabaiba o adelfa de monte (Euphorbia mellifera), una planta amenazada del género Euphorbia.
Pero esto no es todo: los tesoros del Parque Nacional de Garajonay son innumerables. En la vertiente sur se halla la Reserva Natural Integral de Benchijigua. En sus 4,9 km², las escarpadas formaciones rocosas se alternan con numerosos endemismos, como el fascinante tajinaste (Echium acanthocarpum), un arbusto con forma de lanza saturado de flores de un intenso azul. O el Monumento Natural de Los Roques, el complejo geológico más espectacular del archipiélago, que se extiende sobre una superficie total de 10,6 km². En este paraje viven numerosas especies raras y amenazadas de extinción, como, por ejemplo, el senecio gomero (Senecio hermosae), planta de flores amarillas que solo crece en La Gomera.
El nubarrón negro que se cierne sobre La Gomera es el gran peligro de incendio forestal al que está expuesta la isla a causa de las sequías, su reducido tamaño, el abundante monte bajo y los fácilmente inflamables arbustos. La sobreacumulación de maleza y ramas secas, así como los vientos secos y las altas temperaturas incrementan el riesgo de una rápida propagación de las llamas.
El peor incendio forestal de la historia de La Gomera se produjo el 4 de agosto de 2012. Fue la mayor catástrofe ecológica que ha tenido lugar en Canarias durante las últimas décadas. Según datos del cabildo insular, ardió por completo una superficie de bosque de 350 km², lo que equivale prácticamente al 10 % del Parque Nacional de Garajonay. Un gigantesco fuego descontrolado calcinó una porción importante de la cumbre y de la vertiente sur, adentrándose en la laurisilva del Parque. Los fuertes vientos y las altísimas temperaturas, de más de 40 oC, impidieron por momentos las labores de extinción, lo que dificultó el control del fuego. Incluso el paraíso vacacional de Valle Gran Rey, ubicado en el suroeste, se vio afectado y hubo que evacuar con urgencia a cientos de habitantes y turistas.
El proyecto LIFE, iniciado inmediatamente, apoyó, con un total de 1,25 millones de euros, medidas encaminadas a la regeneración del bosque de laurisilva, la reducción del riesgo de nuevos incendios y la mejora de la seguridad de la población. A muchos, la tragedia les había recordado al incendio de 1984, en el que perdieron la vida 20 personas, el mayor número de fallecidos registrado hasta la fecha en un incendio forestal en Canarias y España.
El Parque viene recibiendo del Estado español (datos de finales de 2018), así como del Gobierno de Canarias, 1,5 millones de euros anuales en concepto de fondos de fomento, que se invierten en la protección de especies amenazadas, en la conservación y cuidado de la actual masa forestal, en investigación y desarrollo y en el mantenimiento de los miradores.
El Parque Nacional de Garajonay cuenta con innumerables miradores y senderos bien señalizados. Todo aquel que se pone en camino, se ve siempre recompensado con impresionantes vistas panorámicas e inolvidables experiencias en la naturaleza.